La ciudad de la Paz no descansa, su tránsito imparable y sus mercados multitudinarios se empeñan en que el ritmo de sus calles no se detenga. Sin embargo, entre la conglomeración de edificios del barrio Miraflores, un oasis va a contramano de esa vida urbana, se trata del Jardín Botánico, el bálsamo que detiene el bullicio, un remanso que nos da respiro.
Lo definen como uno de los pulmones de esta dinámica ciudad, el Jardín abre sus puertas a un mundo árboles y plantas, con olor a humedad, hierba fresca, perfume de flores y el canto de las aves. El lugar es una invitación irresistible para las parejas enamoradas, los amantes de la naturaleza, los aficionados a la fotografía, a la actividad física o la meditación.
En una superficie de 16 mil m2, este vergel cuenta con más de 96 mil especies de plantas, entre árboles y arbustos, palmeras, cactus, rosedales, plantas medicinales, orquídeas y bromelias. Una interesante colección de plantas que representan a diferentes regiones de Bolivia.
Sus jardines y canteros verdes no solo brindan un espacio recreativo u ornamental, sino que nos recuerdan en medio de la ciudad de ladrillo y cemento lo importante que es el cuidado del ambiente y lo vital de su conservación. Entre los beneficios que el Jardín Botánico brinda a los paceños está la reducción de la huella de dióxido de carbono que genera la vida moderna con sus automóviles y maquinarias.
Los senderos del jardín muestran el esplendor de los árboles y palmeras que si bien pertenecen a otros valles echaron raíces fuertes para crear un microclima favorable y ser nido de pájaros o dar sus frutos. Se estima que unas 16 especies de aves silvestres visitan el predio, donde además hay tres invernaderos (tropical, epifitas y cactáceas) una fuente en el ingreso, un mirador, una cascada y esculturas. También, funciona allí una biblioteca especializada en botánica y medioambiente.
El Jardín Botánico fue construido a comienzos del siglo XX como casa de campo de una familia japonesa, quienes cuidaron especies traídas de diferentes latitudes. A principios de 1948, decidieron donar los terrenos y las instalaciones fueron abiertas al público en conmemoración al centenario de la fundación de La Paz. Desde entonces, el lugar es un relicto de serenidad, austeridad y naturaleza, una potente fuente de aire limpio.