Al amanecer o cuando cae la tarde, el viento en calma da ruta libre para elevarse por el cielo en un globo aerostático. Sobrevolar la llanura bonaerense de Lujan o Cañuelas, a pocos kilómetros de la capital argentina, es una experiencia única que no solo disfrutan los turistas, sino que algunos locales también la eligen para una original propuesta de casamiento en pleno vuelo, festejar aniversarios o fechas especiales.
Aferrados a la canastilla o barquilla de mimbre, con el rostro al aire, el sonido de los quemadores y con los ojos de pájaro, cada paseo es único y ofrece momentos inolvidables.
Si bien se controla la altura del vuelo, no es posible la dirección, será el viento suave ese compañero de viaje que marcará el rumbo de los aeronautas, así como ocurre en la páginas de la célebre novela del escritor francés Julio Verne, que se publicó en 1863 titulada “Cinco semanas en globo”.
Este antiguo medio de transporte lleva la velocidad que sopla el viento, lo aceptable es de 3 a 12 km/h. Se alcanza una altura entre 200 y 600 metros y desde arriba, las vistas y panorámicas de los campos argentinos dibujan debajo de nuestros pies un recorrido bucólico en el que no se necesitan alas para cruzar el cielo y tocar las nubes.
La experiencia es mágica, el paseo a cargo de pilotos experimentados dura 45 minutos y dependiendo las condiciones climáticas se recorren de 10 a 15 km. También es posible quedar suspendidos en el aire para mirar los 360 º de paisaje mientras que el envolvente del globo, hecho de 1000 metros de tela de nylon especial y 5000 metros de hilo, se infla por el gas propano.
El vuelo es fascinante y las salidas se realizan con un vehículo de apoyo, que por tierra se encargará de recoger a los aventureros una vez que aterricen, momento emocionante si los hay. Subirse al aerostato es vivir las sensaciones de flotar en una nube, es volverse barrilete o reencarnarse en un ave, algo así seguramente sintieron a fines del siglo XVIII cuando por primera vez en la historia se logró la hazaña de volar con un globo. ¡Una travesía para repetir!