Sí, andan por ahí sueltos. Interactúan en empresas privadas tanto como en instituciones del Estado. No importa el tamaño de la organización. Siempre, de alguna forma u otra, se las ingenian para ingresar a la empresa y destruir todo. Parecen pacíficos pero no lo son. Sus acciones los delatan. O mejor dicho, para ser más específico, al terrorista laboral lo delata su inacción, su capacidad para permanecer sin hacer nada, y cuando aparecen los problemas –en especial aquellos que ponen en juego toda la organización- son los primeros en escapar como ratas en barco a punto de naufragar. El terrorista laboral tiene ciertas características propias de su detestable comportamiento:
No aportan ideas a la empresa. Sólo hacen su trabajo y punto. Qué piensen los jefes, dicen, para eso son jefes.
Toda acción tomada por la directiva de la empresa es una oportunidad para marcar una línea entre “ellos” y “los otros”. Viven marcando una línea gruesa entre los que dirigen y son dirigidos.
Cualquier beneficio económico temporal –y hasta accidental- es tomado como una batalla ganada o un derecho obtenido. Piensan más en el dinero de su bolsillo que en la caja de la empresa, que es bueno recordar, alimenta el bolsillo de sus contratados.
El terrorista laboral busca aliados que respalden o acompañen sus caprichos, ideologías y mañas, olvidándose que fue contratado para trabajar el 100 % de su horario laboral.
Buscan siempre el problema en la oportunidad. No desean más responsabilidades ni trabajo, sólo piensan en términos de dinero dentro de sus billeteras.
Piensan que la empresa es una asociación samaritana que debe responder a los problemas económicos personales de los empleados, algo así como un banco que no pide información y cede créditos sin intereses.
¿Por qué me puse a pensar en este tipo de personaje? Presiento que estamos frente a una temporada de “vacas flacas”. Épocas donde todos ponen el hombro para mantener a flote la empresa que les da empleo (esperando mejores marejadas), o donde estos terroristas laborales muestran su cara –la verdadera- y actúan como buitres sobre la carroña. Quizás esta es una buena oportunidad para identificarlos, y en un esfuerzo económico sin precedentes, liberarse de ellos. Recuerde el título de una película que años atrás causó furor: “Durmiendo con el
enemigo”. Nadie cuerdo sigue alimentando a alguien que en épocas de esfuerzo y sacrificio grupal…no duda en morderle la mano.
Ms. Pedro Cabrera M. Yegros
Consultor de Marketing
Conferencista
Capacitador de RR HH
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